jueves, 16 de febrero de 2012

Roberto Mouras

Roberto Mouras nació el 16 de febrero de 1948 en Moctezuma, Partido de Carlos Casares, Provincia de Buenos Aires. Murió el 22 de noviembre de 1992 en Lobos, Buenos Aires.


Están locos. Van en procesión allí donde haya una carrera. Miles. Llegan un par de días antes. Acampan. Pruebas, series, final. No se pierden nada. Escuchan pasar a cada auto que pasa mientras tiran a la parrilla chorizos y falda y, ahora que la cosa está mejor, asado o vacío. Comen sánguches en pan francés, milanesas frías, chupan naranjas. Hay de todo y providencia de bebida. A la noche van al lugar al que haya que ir del pueblo donde estén y se encuentran a ellos mismos. Algunos van con su coche a 180, por esas 15 cuadras. Otros no. Capaz que una de esas noches eligen la reina del pueblo, votan, y quizás uno con un poquito de chapa hasta es jurado, aunque la reina ya está elegida, es la que dijo el intendente. El domingo es la carrera. Hinchan por Chevrolet o por Ford. Chevy contra Falcon. Un clásico raro, encarnado en autos de otra época, que no se fabrican más pero siguen compitiendo para ver cuál va más ligero. Como si Boca y River siguieran jugando el Superclásico año tras año con los mismos jugadores de aquellos tiempos, Passarella y Alonso de un lado, Mastrangelo y el Chino Benítez del otro, sesentones, y la cancha siempre llena da fanáticos enajenados, algunos de los cuales ni cumplieron los 20.
Pasan los Chevrolet y los Ford. Rruuummm. Es un segundo. Menos. El que va arriba no importa tanto, es una circunstancia, lo que vale es la marca del auto. Pocos llegaron a imponerse y valer más, para ellos, que el coche que piloteaban. Por ejemplo, Mouras. Rruuummm. Pasaba el auto y ellos en loquecían (locos enloquecidos) porque era Mouras. Rruuummm. Un segundo, o menos, y a esperar un rato para volver a verlo ese instante al pasar. A veces, sin saber si iba primero, segundo, tercero o nada. Porque en la época de Mouras muchas carreras se hacían en pistas armadas en la ruta, triángulos aprovechando una encrucijada mixta de caminos, o una recta para allá, la vuelta en U y otra recta para acá por el carril opuesto. Y los autos largaban por tandas y les tomaban el tiempo. Ellos sabían que Mouras iba rápido pero no cómo iba. Hubo carreras, Grandes Premios en varias etapas, en las que ni él sabía, que los pilotos le metían todo lo que podían hasta el final y ahí uno les decía “ganaste” o no. Ellos, igual, se acostumbraron a que Mouras, lo supieran o no, casi siempre iba primero. Ganó 50 carreras de TC. Solamente Juan Gálvez ganó más que él, pero nunca seis seguidas como el Toro en el 76. Mouras ganó cuatro campeonatos y perdió ese del 76, la ciencia no puede explicar cómo. Fue ídolo hasta corriendo en Dodge, algo así como jugar para Lanús un campeonato en el que están Boca y River. Peinaba la pista con raya al medio, de tan elegante para manejar esos trastos de fierro a 250 por hora. Un Scalextric. Eso decían que parecía el auto de Mouras.
El domingo aquel, en Lobos, chau asado, naranjas, providencia y escaléctric. Se rompió una goma y la Chevy se independizó de las manos del Toro, libertad inmadura de auto loco que terminó contra un talud de tierra. Chau carrera, también; se suspendió y ganó Mouras, que iba primero y murió yendo adelante. Veinte o treinta mil lloraron en vivo y en directo, hinchas de cualquier marca, y muchos más siguen hoy, a 20 años, renegando por su ausencia. Esa tarde no hubo joda ni coches a 180. En la carrera siguiente sí, seguramente.

Publicado en el diario La Unión del 16 de febrero de 2012.

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