jueves, 28 de julio de 2011

Hugo Chávez

Hugo Rafael Chaves Frías nació el 28 de julio de 1954 en Sabaneta, estado de Barinas, República Bolivariana de Venezuela.


Cómo le va, comandante. Lo tengo que saludar así, me sale así. “Aló comandante” sonará muy bien en su país, pero acá el “aló” ése es una payasada, suena a Erika Wallner en una telecomedia de hace 35 años. Por eso mejor me sale el “cómo le va”, muy usual por estos lugares. Y el “comandante”, que sé que me va a poner de culo con unos cuantos. A muchos usted los indigna, compañero, sin que se cuestionen demasiado por qué. Hasta mi mujer le tiene fastidio, y yo no dejo de preguntarme cómo puede ser. Porque si habláramos del troglodita de mi cuñado, vaya y pase; para él, usted no es más ni menos que un “negro cabeza”. Pero mi señora es una persona más que razonable. Y sin embargo le altera los nervios verlo por la tele con esa grandilocuencia suya tan propia de los líderes. Después, por ahí, si lo piensa acomoda las ideas, supongo. Pero en principio hay que decir que no la incomodan imágenes de parásitos ostentosos que asumen que son descendientes de Dios como Juan Carlos de Borbón, por decir uno, y sí imágenes de usted, que desciende del Pueblo. A la gente, presidente, no le gusta que las cosas cambien. Quiere que mejoren, pero que sean las mismas. Arriba los de abajo, sí, pero los de arriba siempre más arriba. Los únicos que quieren que se cumpla eso de “arriba los de abajo” son los de bien abajo. E incluso muchos ellos, de a uno, quieren llegar arriba pero junto con los que siempre están arriba y, en todo caso, compadecerse de los que abajo queden. Que estemos mejor, Hugo, pero que el que nos lleve a estar mejor no sea un negro. Lo de roba pero hace puede andar si se trata de un boga, jamás de un remisero. Que haya redistribución de riquezas, pero que no vaya a ir un pelito más allá de toda la distribución de pobrezas anterior (“escuchame una cosa: si dicen que la inflación es del 15 por ciento, ¿cómo es que arreglan aumentos del 30?”, pregunta mi suegro, y ni siquiera considera un cómo distinto). Yo soy pobre pero estoy con los ricos, no vaya a ser que el día que yo sea rico los que estén bien sean los pobres; ésa es la idea. Y le permiten su origen humilde de padres maestros de escuela y campo vasallo de Sabaneta, pero no que haya llegado al poder sin renegar de él, de ellos, para volverse distinto. Le permiten que sea negro, pero no que sea ilustrado. Qué sé yo, comandante, si lo que usted hace es lo mejor como gobierno o no lo es. Soy más bien lego en política y más en política de otro país, no soy Slotoguiazda, ni siquiera sé cómo se escribe. Sé que en el Mundo usualmente las cosas se hacen y se modifican siempre cuidando de no afectar los privilegios de los privilegiados –mire ahora en Europa, que le dicen “rescate” a juntar plata para que los ricos puedan cobrar sus acreencias—y que los signos políticos son sólo distintas formas de encarar ese asunto. Pero usted no, usted agarró otra ruta y con eso me basta para estar a favor de usted. Se arma un quilombo bárbaro cuando aparece alguien así, ¿no, Hugo? Acá lo sabemos bien desde hace ocho años. Y le permiten –le decía—que tenga cáncer –qué digo le permiten, algunos hasta le celebran— pero no que no cumpla el rol de enfermo incapaz, no que siga gobernando. Así es la cosa, mi amigo, no le voy a dar más vueltas. Dicen que los fuertes salen del cáncer todavía más fuertes. Yo creo que es cierto. Mejóresé, presidente; un abrazo.

Publicado en el diario La Unión del 28 de julio de 2011.

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