Facundo Arana nació en Buenos Aires el 31 de marzo de 1972.
Hay una canción más o menos conocida, “A whiter shade of pale”. En Capital, en la estación Pueyrredón del subte D, en el pasillo que sale a la esquina noreste de Santa Fe y Pueyrredón, hace ya unos 10 ó 12 años había un muchacho que la tocaba en la armónica acompañándose con la guitarra y era una maravilla, daba gusto quedarse en el pasillo escuchando cómo reverberaba la melodía en los recovecos. Un pibe flaco, medio narigón, con unos granos de acné ahí abajo del moflete. Nada que ver con el que estaba antes, que tocaba el saxofón. No tocaba tan bien como el de la armónica. Pero era alto, lindo, rubio, pelo largo, ojitos claros, aunque para saber esto había que prestarle mucha atención porque estaba siempre con los ojos cerrados, pero las chicas y las señoras le daban. Atención, digo, le daban. Al de la armónica no; el de la armónica me gustaba más a mí. Ellas se quedaban con el otro, el del saxo, Facundo Arana. Pero un día Facundo Arana se fue a la tele, y vino el de la armónica y “A whiter shade of pale”. Mala suerte para ellas.
Esto lo tendría que escribir una mujer. Yo no llego a captar totalmente el meollo del asunto. Voy a hacer lo posible, pero sepan, señoras, que a veces lo posible no alcanza.
Facundo Arana, hay que decirlo, fue afirmando atributos a lo largo de su carrera actoral. Al principio –Canto Rodado, El Rafa, Muñeca Brava...— era un rubio lindo, pero lindo-lindo, eh. Con el transcurrir del tiempo no sólo fue eso, sino que logró que todos sus personajes –un salvaje, un policía, un empresario, un cura, un antropólogo/detective— tengan el pelo largo y anden despeinados y con la barba a medio afeitar.
Facundo Arana fue, también, quien encarnó al personaje más extraordinario de las telenovelas argentinas. Veamos, si no, punto por punto: 1) Tenía doble personalidad, pero las dos iban vestidas igual, de cura franciscano. 2) Con la capucha baja era el Padre Juan; con la capucha puesta, el bandido justiciero “Coraje”. Y nadie se daba cuenta de que eran la misma persona. 3) Cuando empezaba la trama no se sabía ni el catecismo, pero un par de días y ya daba misa y confesaba como si fuera el padre Lombardero. 4) Con sólo mover un brazo aniquiló una plaga de moscas que se abatía sobre el pueblo. 5) Se encontraba con Perón, y era el General el que le pedía una gauchada a él. También con Evita, Gatica, Fangio y Tita Merello. Y siempre sin salir del pueblito perdido donde estaba. 6) Y con todo esto, igual se daba tiempo para cumplir las funciones básicas de galán de telenovela, enamorando a la chica menos conveniente. 7) Ah, sí: en los títulos el Paz Martínez cantaba “prohibido nuestro amor. ¡¿Y qué?!” y te partía al medio.
Ahora que veo, incluso la parte del saxo y el subte, la de la enfermedad de Hodgkins que acá no contamos porque quién no la sabe, la imagen civil de tipo más bueno y aburrido que el Pupi Zanetti, todo está de sobra antes y después de ese ícono fantástico que fue el Padre Coraje.
Capucha abajo. “Hola, padre Juan, ¿cómo le va?”. Capucha arriba. “¡Coraje! ¿Y el padre Juan, que recién estaba acá, se fue?”. Capucha abajo. “Ah, padre Juan, pensé que se había ido. Recién vino Coraje, ¿no lo vio?”. Capucha arriba. “¡Coraje! ¿Te quedás o te vas?”. ¡Maravilloso!
Publicado en la edición Nº 38.882 del diario La Unión, el 31 de marzo de 2011.
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