Deconstruyamos, como Woody Allen con Harry. De atrás para delante.
Coppola. No da del todo bien. Mal que nos pese porque así somos los argentinos, y es uno de nuestros aspectos más zonzos. Coppola –nuestro Coppola. ¿Hace falta aclarar esto? “Guillote”. ¿Hacía falta aclararlo? En fin… A ver si prestamos atencion— “fuma abajo del agua” y eso lo hace admirable, “un maestro”, “no es ningún boludo” (expresión vernácula que busca significar que, por oposición diametral a la negativa que plantea, el tipo es extremadamente inteligente, en general basada en el único argumento de que tiene plata). Nos da miedo decir la verdad, tememos que nos tomen por giles –el peor de los castigos— y entonces admiramos oficialmente, por exitoso (con sus brillos cocodrilescos y gatunos), lo que intrínsecamente despreciaríamos: un negociante turbio, olfa de los poderosos, de horizontes penosamente superficiales, un adolescente envejecido y para peor con pocas luces, que ni siquiera es de verdad gracioso, no se merece ni el indulto a quienes nos hacen reír. Coppola no suma.
Ford. Ford da robustez, confiabilidad, fortaleza de alta gama, garantía de rendimiento, buen nombre y honor. La herencia del Falcon que llega hasta nuestros días, Ford da imagen de seriedad. Los Chevrolet corren; los Ford compiten. Pero, claro, hay un bache, una laguna, el Océano Pacífico: Ford es Falcon. “Muy bien peinados, muy bien vestidos y con un Ford”, cantaba Pipo, por más que fuera un Falcon. Desde allí y desde entonces da secuestro, apremio ilegal, detención clandestina, tortura, delito, inmoralidad, vergüenza. Mi medio hermano Gerardo tenía un Falcon verde. Él, como mi papá, era de los que creían, por más que no sabían, en la verdad oficial, el orden y las buenas costumbres. Y qué mejor metáfora de todo eso que un Ford Falcon. Ford podría sumar si Falcon se hubiera portado bien, pero tampoco.
Por último, Francis. No significa nada, o casi. Francis Smith, músico y productor notable y olvidado, esposo primero de Sandra Smith y después de Marilú Smith. Como Soldán, se casaba siempre con rubias, pero a diferencia de William Silvio, sus rubias no terminaban mandándolo en cana. O Francis Cornejo, el primer descubridor de Maradona, también casi olvidado por el presente. Y Francis Drake, el pirata que cruzó el estrecho de Magallanes y buscando otro paso para volver llegó hasta California. Para que Francis sume hay que hacer mucho esfuerzo, y aun así suma poquito.
Síntesis: que Francis Ford Coppola es uno de esos casos en los que el todo es más que la suma de las partes. El todo es “El Padrino”, “El Padrino II” (¡mamita querida! Pongámonos de pie, como Pagani cuando nombra a Riquelme) y “El Padrino III”. Nueve horas. Nueve y media, o un poquito más, si ves los DVD de la caja negra. Eso es el todo. Del hombre se podrían mencionar otras cosas que ha hecho: Apocalypse Now, para empezar, o Drácula, American Graffitti o La Ley de la calle. O que vino a instalarse a Buenos Aires y le robaron el guion de Tetro (entiéndase: no se lo plagiaron; se le metieron en la casa y le afanaron los papeles, además de un par de cámaras, cables y cosas así). Pero lo que se detalla son detalles. Así como si contás la vida de Jesucristo lo importante va a ser la parte de la cruz y la resurrección, y no cuando le dijo a Lázaro “arriba campeón, ¡hop!”, si hablás de Coppola, es El Padrino. La uno, la dos y la tres. Todo.
Publicado en la edición Nº 38.889 del diario La Unión, el 7 de abril de 2011.
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