Alicia Liliana Estela Bruzzo nació el 29 de septiembre de 1945 y murió el 13 de febrero de 2007, en la Ciudad de Buenos Aires.
Fue como la Drop Dead Diva. Drop Dead Diva es una serie que dan por el canal Sony. Cambió todo. Cuando yo era chico veíamos series que tenían títulos en español –El Superagente 86, por ejemplo—, los actores hablaban en castellano neutro, hacían chistes para que nos divirtiéramos y los canales tenían número. Ahora vemos sitcoms que se llaman en inglés –como Drop Dead Diva—, con actores subtitulados, humor para que nos sintamos piolas y modernos y los canales tienen nombre de empresa. La Drop Dead Diva es una mujer hermosa que muere y resucita pero pierde su cuerpo y sólo consigue el de una gorda. No se puede decir gorda, ¿no? Estamos creídos de que sólo las palabras definen las cosas. No se puede decir discapacitado, paralítico. Loco sí, pero únicamente en sentido figurado. Alicia Bruzzo fue como la Drop Dead Diva. También como La Bella Durmiente, sólo que la bruja en lugar de una manzana aditivada le dio unos caramelos de propóleos, o un jarabe, algo así. Como la Cenicienta al revés: la princesa que se transformó en fatigadora. Y nunca le dieron las doce de la noche. Alicia Bruzzo, la Delmónico. Yo recién iba al Secundario. Los lunes a la noche, El Rafa. Alberto de Mendoza, Ricardo Lavié, Perla Santalla, Carlín –el Cholo— que mascaba chicle y todavía no fumaba tanto, Pablito Codevilla pecoso y zonzo, Chirilo, que era Rudy Chernicof. Y ella, Susana Delmónico, vampiresa veterana que jugaba al yoyó con Cholo y Rafa y a nosotros nos hacía polucionar de amor, como dice la canción de los Arqueros Sin Manos.
Pasó la novela, me fui de vacaciones, no la vi más. Amores de estudiante flores de un día son. Fue como una noviecita más de secundario, esas niñas que nos prenden fuego la vida y se mueren cuando el micro enfila para Bariloche. No hay que casarse con la piba que uno conoció en jumper cuando estaba en tercer año. Algunos lo hacen y se pierden para siempre la más dulce nostalgia, le dicen “Graciela” y la ven adulta y atribulada en lugar de recordarla coloradita y mentirosa como estaba esa tarde. Se equivocan. Yo… en realidad sí volví a verla, más de una vez. Pasaron unos años. La primera, decidí que no era ella esa señora lúgubre que Shocklender metía en el baúl del auto. Pasaron una parva de años más. La segunda vez me di cuenta de que sí era. Ya se había cruzado con la bruja madrina que la embaucó con el caramelito de propóleos. Estaba gorda e igual de viuda que en El Rafa. Brandoni vendía verduras, cantaba tangos con Arenas Alberto y entre una y otra cosa se enamoraba de ella. Y cómo no entenderlo si era tremenda mina, la gorda. La Drop Dead Diva es yanqui y lavada; era un bomboncito tonto y el destino la metió en el estereotipado combo de carnes e intelecto. La Bruzzo era argentina, fuerte y pulsuda. El hechizo tenía que ser más consistente, y así fue que le cayeron 140 kilos, desórdenes glandulares, cáncer de mama, una complicación en el implante de un cinturón gástrico que quiso abrocharse para adelgazar, una hernia de hiato, el estómago incrustado en el tórax y un definitivo cáncer de pulmón que la tendió redonda y concluida. La artera bruja le entró por todos lados, advirtió que el enemigo era flor de hembra y no dejó cabos sueltos salvo uno, inevitable: Alicia se murió, sí, pero yo me sigo acordando del colegio. Y me la acuerdo.
Publicado en el diario La Unión del 29 de septiembre de 2011.