jueves, 22 de diciembre de 2011

Alcides Ghiggia

Alcides Edgardo Ghiggia nació el 22 de diciembre de 1926 en Montevideo, Uruguay.


No perdamos eso que tenemos. No lo perdamos. Y hablemos de fútbol, como el Mariscal Perfumo, el Ruso Verea y el Mago Capria. Eso que tenemos los uruguayos y los argentinos, que si jugamos es porque queremos ganar, porque, si no, para qué jugamos. Hablemos de fútbol, aunque haya gente a la que no le caiga bien que se hable de fútbol en un lugar adonde el fútbol supuestamente no debería ser invitado. De eso que los europeos, por ejemplo, no pueden entender, habituados a las castas y el respeto por el orden divino, tal vez como consecuencia de una tradición de reyes y transmisiones de poder por vía sanguínea que las jóvenes naciones americanas no tenemos. Hablemos, aunque haya gente que preferiría subsumirse a una corona, que le teme al albedrío. Hablemos, para que no perdamos el valor de ir siempre a más y no a “estar entre los cuatro primeros” o “entrar en alguna copa”.
Eso que tenemos, el Ñato Ghiggia lo tuvo. Además, aunque era win, le gustaba hacer goles. El Cotorra Míguez, el centrofóbar, muchas veces se enojaba porque Ghiggia, en lugar de desbordar y tirar el centro para que el Cotorra la metiera, pateaba él. Faltando 10 minutos, con el escore 1 a 1, Obdulio Varela, el Negro Jefe uruguayo, le tiró un pase, y el Ñato quiso ganar; si no, para qué había ido a la cancha. Menos una cosa, todo daba para ser pesimista: Brasil venía haciendo de a seis o siete goles por partido; doscientos mil hinchas en las tribunas del Maracaná, con camisetas de “Brasil campeón 1950”; los propios dirigentes de la delegación uruguaya, antes del partido les habían advertido a los jugadores que con perder por menos de cuatro y sin expulsados estaban hechos; el resultado, porque si empataban el título era para Brasil; Jules Rimet, el presidente de la FIFA, con el discurso ya armado para felicitar a los brasileños; la banda militar debía tocar el himno de país campeón en la premiación y ni siquiera tenía preparado el uruguayo. Todo en contra, y una sola cosa a favor: esa pelota que Obdulio le tiró en cortada. Ghiggia encaró a toda velocidad, lo pasó a Bigode, el marcador de punta, y ya iba a 100 por hora, o parecía. En el área, el Cotorra esperaba el centro. También el Pepe Schiaffino, el ídolo, el crack, la figurita deseada por los botijas. ¡Pero qué iba a mandar el centro Alcides! Ya había tirado uno antes, para que el Pepe metiera el 1 a 1. Esta vez, ni hablar de eso. Además, el arquero Barbosa le estaba dejando un huequito hermoso para meterla al lado del primer palo. Pateó, el Ñato, fuerte y rasante. “El silencio de los brasileños se escuchaba más fuerte que el grito de gol de los pocos hinchas uruguayos”, recordó Ghiggia cuando ya, con los años, la gesta se había hecho leyenda.
Sólo Ghiggia vive, de los once uruguayos que ganaron esa Copa del Mundo. Hace dos años volvió al Maracaná, a un homenaje. Dice que le dio un poco de vergüenza porque hubo pocos aplausos; 59 años después, los brasileños seguían en silencio. Tal vez regrese una vez más en 2014, para el próximo Mundial, a ver quién lo gana. La humanidad misma supone que será Brasil, que es imposible que de local lo pierda. Yo espero que seamos nosotros, que volvamos a ser los que jugamos porque queremos jugar mejor que todos, y que Messi les pinte la cara. Y Ghiggia, no tengan dudas, cree que va a ser Uruguay. Va a más. Sabe: yendo a más es como se consiguen los maracanazos.

Publicado en el diario La Unión del 22 de diciembre de 2011.

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