Jonathan Vincent Voight nació el 29 de diciembre de 1938 en Yonkers, Nueva York, Estados Unidos.
Parafraseando a Liliana Ripoll, la contadora que hizo llorar a Luis Otero, podríamos decir que Jon Voight ha dejado de existir. ¿Quién, hoy por hoy, le conoce la cara? Quizás aparezca casualmente en la pantalla de Cinecanal un sábado a la tarde de mate, pan dulce y familia en plan de reunión “antes de fin de año”, y alguna prima grande, o un tío al que nunca le gustó el fútbol, confirme, de pleno conocimiento: “Ése es Jon Voight”. Pero sus chances de figuración en estos días no pasan de ahí. “¿Compraste un auto porque le perteneció a Jon Voight?” “No, no…”. “Me parece que ‘sí, sí’. Te gusta la idea de que la gente diga que estás manejando el auto de Jon Voight”. “Bueno, puede ser. ¿Y qué?”. Seinfeld interpela a George Costanza en el episodio número 94 de “Seinfeld”. Esto fue a fines de 1994. Y ya entonces parte del chiste era que el auto fuese de un actor fuera de época. Imaginate lo que sería ahora. Si Mercedes Morán se compra el auto de Jon Voight y se lo cuenta a Francella, Guille no larga ni un “¡uuuiiiii!”. ¿Qué va a saber Hugo Bermúdez quién es Voight?
Cómo es la cosa, eh. Porque Jon Voight no fue uno del montón. Fue Joe Buck en “Perdidos en la noche”. Cosa seria. “Jerry, ¡estamos hablando de Joe Buck! ¡Si podés interpretar a Joe Buck, hacer a Oscar Schindler es una pavada!”, le dice Costanza a Seinfeld. Joe con las tejanas, los flecos y el sombrero, el pavote una cabeza y media por encima de Dustin Hoffman que termina entrándola en todas partes. Brevemente: después vienen “La violencia está en nosotros” junto a Burt Reynolds, “El Campeón” con Faye Dunaway y “Regreso sin gloria” con la silla de ruedas y Jane Fonda a upa. Para las dos últimas, Angelina Jolie ya había nacido. Ah, sí… porque Angelina Jolie es la hija de Jon Voight. O, al revés, él es el papá. Hay un momento en nuestra vida en el que dejamos de ser nosotros para ser el papá de alguien. Llamamos por teléfono a la escuela y no decimos “hola, habla Vallejos” sino “habla el papá de Laura Vallejos”. O, en la puerta, a la espera de que salga tercer grado, nos presentamos a una mamá atractiva como “el papá de Laurita”; es la única forma de que nos reconozcan. Jon Voight pasó a ser parte de Angelina. Una parte casi irrelevante, menor, perdida en el pelotón. Primero viene Angelina toda ella, esa presencia sexual intimidante, ese halo animal, un portento. Después la boca, labios de churrasco, caminata lunar con dientes. Más atrás las tetas, no por habituales menos importantes. Siguen, si se quiere, los tatuajes, Lara Croft, el Oscar por Inocencia Interrupida, Camboya, las adopciones, Brad Pitt. Y recién ahí, en todo caso y con buena voluntad, en el montón, vendría Jon Voight. Que, por lo demás, para justificar esa ubicación de mitad de tabla para abajo, ya hace rato que viene bajando la cuesta de los papeles secundarios en películas protagonizadas por otros, las apariciones como invitado en series de TV y los telefilmes. Los productores, que tienen algo de prima grande o tío cinéfilo, todavía se acuerdan de él, del cowboy con berretín de taxi boy, del parapléjico rompecorazones, y cada tanto lo convocan. Porque, ojo, guarda, que el papá de Angelina Jolie supo ser tremendo actor con nombre y apellido.
Publicado en el diario La Unión del 29 de diciembre de 2011.