Neil Stanley Aspinall nació en Prestatyn, Gales, el 13 de octubre de 1942. Murió en Nueva York, Estados Unidos, el 24 de marzo de 2008.
Será porque siempre queremos más, por la angurria que da el placer y que hace que cuanto más disfrutamos más sea insuficiente. Será por eso que hace medio siglo que la humanidad está buscando o queriendo ponerse de acuerdo acerca de alguien que sea “el quinto beatle”. Es así, es el placer, me das cada día más y cuando no, eh, ¿qué pasa? Cuántos jugadores de fútbol fueron “el Pelé blanco”, porque con el Pelé negro no alcanzaba. Los Beatles son –eran (son)— cuatro. Pero, ah, si fueran cinco, mirá si fuera que hubieran sido cinco. ¿Quién será el quinto beatle? Neil Aspinall podría serlo. Quizá no tanto como George Martin, el productor inmenso, el que los “descubrió” para la EMI, grabó sus discos, arregló canciones, tocó en varias de ellas. O como Brian Epstein, el manager enamorado, el groupie de John que los hizo famosos a destajo. Podría serlo, Neil Aspinall, tal vez a la par de Pete Best, el baterista fundacional que por perro se quedó afuera de la historia –escucharlo tocar Love Me Do en el Anthology I basta para entender por qué lo rajaron— , o de Stuart Sutcliffe, muy quinto beatle en su momento, cuando era el bajista de la banda que entonces era un quinteto, tipo bien trazado, el primero que echó flequillo y se cortó el pelo con la taza, cuyo gran defecto era que no sabía tocar el bajo. ¿O por qué no del gran Billy Preston, el organista negro que se sumó como un músico más del grupo –aunque no como un integrante más—a la grabación del disco póstumo? O Mal Evans, Jimmy Nicol, Derek Taylor, el que sepa quiénes son, bien, y el que no, no importa, o averigüe; cual más, cual menos, todos enrolados en el quintobeatlismo. Y Yoko, claro, evidente quinto beatle en muchas escenas de la película Let it be. Podría ser, Neil Aspinall, el quinto beatle. De entrada, de hecho, fue el cuarto, compañero de Paul y George en el Liverpool Institute y de John también en el grupo que a la par del guitarreo –ciencia infusa para los otros tres, misteriosa para Neil— transcurría la vida entre trapisondas de Jackass y humo de canutos. Podría decirse que era el primero (de derecha a izquierda; estamos en Inglaterra) en la camioneta que recorría el país, nunca muy lejos de Liverpool, las 24 horas del día, los siete días de la semana, él en el asiento del conductor, John o Paul en el de acompañante y los otros tres atrás, entre los amplificadores. El primero, o el quinto, cuando murió Brian Epstein y él pasó de chofer a director de Apple Corps, la compañía de negocios creada por los Beatles (porque, sépanlo, Steve Jobs no invento nada). El último, o el primero, cuando en un recoveco de The Cavern le hizo un hijo a la mamá de Pete Best. ¿Será, nomás, Neil Aspinall, el quinto beatle? En algo aventaja a Martin, Epstein, Taylor, Yoko y todos: él estuvo siempre, del primer al último día, desde aquellas andanzas de secundario hasta la producción de Anthology en los 90. ¿Será, entonces, él? ¿Quién será el quinto beatle, me pregunto, definitiva aunque no exclusivamente? Porque el cuarto es Ringo, sin dudas. Igual que George Harrison, el tercero. Pero el segundo tampoco está tan claro. McCartney no tendría problemas en afirmar que es Lennon. Y Lennon está muerto.
Publicado en el diario La Unión del 13 de octubre de 2011.
No hay comentarios:
Publicar un comentario