Cecilia Bolocco Fonck nació el 19 de mayo de 1965 en Santiago, Chile.
Uno a veces no entiende. O, hablemos con propiedad: yo. El que no entiende soy yo. Como decía Rabinovich: yo no lo entiendo. Hay personas que hacen de su vida un evento que yo no puedo entender. Explicaciones hay, seguro y por supuesto, si no por qué lo harían, ¿no?, pero son materia inasible para mi razón. No es, por lo demás, algo común, habitual. Por lo general entiendo. Por ejemplo, hoy también cumple años Alejandra Pradón. Supongamos que Alejandrita se hubiera metido de canuto en departamento ajeno, captó que venía el marido, quiso pasarse al balcón de al lado y se cayó. Eso lo entiendo. Otra que cumple años hoy es Estela Raval. Estela Raval actúa como si supiera que canta como nadie más puede cantar, siente que es dueña de los aplausos, y cada vez que aparece un éxito más o menos, ella lo hace cover. También lo entiendo. ¿Quién más cumple años hoy? Día prolífico. Otro es Diego Forlán. Le gustó Zaira Nara y ahí fue. Más que entendible. Un cumpleaños más del 19 de mayo: Natalia Oreiro. De ella entiendo todo. No lo puedo evitar. ¿En qué estaba yo?... Ah, en lo que no entiendo. Cecilia Bolocco. Y no, no entiendo. No llego a ponerme en situación. “Es por la guita”, me dirán. “La mina no es ninguna pirada. Se salvó para toda la vida”, me dirán, parados sobre el lugar común. ¿Quieren que les diga una cosa? Igual no entiendo. No lo veo, no lo capto, no lo acepto. No te podés casar con ese tipo. “El poder seduce, Vallejos”, me dirán. Puede ser. Pero lo que viene con el combo es demasiado: un señor anciano, consumido, un renacuajo dentro de un traje brilloso, pero además un tipo incapaz de formular una idea compleja si no se la dictaron, y que aun así la mayoría de las veces se equivoca al formularla, y un tipo capaz de vender a su hijo y su madre si hace falta para resolver alguna componenda o si se lo indican. ¿Fue por la guita? Para mí no puede ser. Y si fue, tampoco lo veo. Si me decís que es Gladys Florimonte, está bien, acepto, entiendo. Pero ella era la ex Miss Universo, 35 años, famosa, prestigiosa, y estaba para partirla a fustazos. Guita, si no le alcanzaba la que tenía, conseguía en cualquier parte. El mundo está lleno de empresarios. ¿La habrá tentado, nomás, el poder, ser la primera dama chilena del presidente argentino? ¿Se habrá creído de verdad el “que vuelva Carlos”? Semejante error de cálculo tampoco me cierra. Si acá sabíamos todos que no había forma, si nuestro temor grande no era que volviera, sino que López Murphy entrara al balotaje, ganara y ahí sí, agarrate porque se venía una como para que la filmara Oliver Stone. ¿Puede ser que se haya confundido de tanto andar entre Córaches y Kóhanes, Gostanianes y Benardos, Susanas y Tonys Cuozzos, que no tuviera a nadie de confianza que le advirtiera “mirá, Chechus, fijate bien porque no es como te dicen estos tipos, eh”? Le dio para delante, nomás, Cecilia. Le daba tanta impresión que cuando el juez dijo “puede besar a la novia” ella amagó y puso el cachete. Pero, así de fría, fue al frente e hizo de esposa. ¡Hasta un hijo hizo! Yo no lo entiendo. Que era capaz, sí, de acuerdo, lo veíamos todos, ella es de esas personas con la cara honesta y el cinismo ostensible, que basta verlas y te das cuenta que no les importa nada. ¡¿Pero para qué, hermano… para qué…?!
Publicado en el diario La Unión del 19 de mayo de 2011.
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